11 de des. 2012

La Llorona




Este era el lamento que continuamente se escuchaba en la ciudad de México: 
¡Ay de mis hijos, que será de mis hijos!
 
Se daba el toque de queda en la catedral y todos los habitantes de la ciudad cerraban las puertas de sus casas con cuanto tuvieran a la mano. Se encerraban a piedra y lodo, pues nadie quería ni siquiera asomar los ojos hacia fuera.
 
Dicen que hasta los viejos soldados conquistadores, que demostraron su valentía en la conquista de México, no querían salir a la calle, al llegar esa hora terrible. Los hombres se encontraban cobardes y a las mujeres les temblaba todo el cuerpo; los corazones se sobresaltaban al oír este gemido terrible, largo, que penetraba hasta los huesos.
 
¿Quién podría ser el valiente que se atreviese a salir a la calle ante ese llanto que causaba profunda lástima y que se escuchaba noche a noche por la ciudad entera? 
¡La llorona! Clamaba la gente y del puro susto apenas podían murmurar una pequeña oración y con la mano temblorosa hacían la señal de la cruz. Las mujeres oprimían sus rosarios con el corazón, cruces o imágenes que llevaban colgando de sus cuellos.
La ciudad vivía verdaderamente aterrorizada.
Cuando se escuchaban los gemidos de esta mujer, más de algún valiente quiso salir a ver quien era la persona que emitía esos gritos tan angustiosos, costándole en ocasiones a unos la vida o a otros el juicio que veían perdidos por el susto. Se decía que esto era cosa de ultratumba, pues si se tratara de gritos humanos, éstos no se escucharían a más de tres calles de distancia y sin embargo estos lamentos se oían por toda la ciudad; traspasaban paredes y todos los habitantes los escuchaban.
 
Hubo algunos envalentonados por el vino, que al salir de las tabernas pretendían ir a su encuentro, encontrando en esta hazaña la muerte. Otros quedaron locos de la impresión y los menos, no volvieron a intentar esta aventura y preferían quedarse encerrados en sus casas.
 
La llorona era una mujer que flotaba en el aire, con un vestido blanco y cubría su descarnado rostro con un velo muy suave, que permitía verle la calavera de su cara. Cruzaba toda la ciudad con mucha lentitud; unas noches por unas calles o plazas y otras por distintas callejuelas; dicen los que la vieron que alzaba los brazos y emitía aquel quejido angustioso que asustaba a todos los que la escuchaban: ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos! Luego se desvanecía en el aire y se trasladaba a otro sitio a emitir sus quejidos.
De una calle a otra, recorría plazas diversas, hasta llegar a la Plaza Mayor; allí se ponía de rodillas, besaba el suelo y se ponía a llorar con mucha desesperación, terminando con un largo ¡Aaaayyy!
 
Se levantaba y se encaminaba hacia la orilla del lago caminando lentamente y ahí se perdía, se vaporizaba en el aire y se perdía de vista, no se sabe si se sumergía en las aguas o se disolvía, puesto que los que la llegaron a seguir, dicen que en este sitio se perdía de vista.
 
Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México y verdaderamente tenía inquietos a los habitantes de la ciudad, pues nadie podía explicarse quien era esa mujer y cual era la razón de sus lamentos.
 
Muchas eran las versiones que se daban en torno al suceso.
 
Unos decían que esta mujer había fallecido lejos de su esposo a quien amaba profundamente y que venía de ultratumba a verle y a llorarle, pues no podía estar con él, pues se decía que dicho caballero había vuelto a contraer nupcias con una bella dama y que ya la había olvidado completamente. Otras lenguas afirmaban que la mujer nunca pudo desposarse con el caballero, pues la sorprendió la muerte antes de que le diera su mano y la razón por la cual venía del más allá, era para volverle a ver, pues resultaba que el tal caballero se encontraba perdido en vicios que perturbaban su alma.
Al decir de otras gentes, se creía que la mujer era viuda y que se lamentaba de esta forma, porque sus hijos huérfanos estaban sumidos en la más honda desgracia, sin que ningún corazón se moviese por ayudarlos. También se corría la versión de que la mujer era una pobre madre a quien le asesinaron a todos sus hijos y que su salir de la tumba era para llorarles.
 
Otros afirmaban que había sido una esposa infiel y que como no hallaba paz en la otra vida, venía del mundo de los muertos, con el fin de alcanzar el perdón por sus faltas cometidas en vida. Algunos decían que la mujer había sido asesinada por un marido celoso; se comentaba también que la famosa llorona era la célebre Doña Marina, quien de todos es sabido que vivió amancebada con el conquistador Hernán Cortés y que venía a este mundo con permiso del Cielo, a llenar el aire de lamentaciones, en franca señal de arrepentimiento, por haber traicionado a su pueblo, al ponerse del lado de los conquistadores españoles y que cometieron tantas brutalidades contra su pueblo.
 
Esta pobre alma viajaba por todo el país de México, llegando a cada ciudad en donde; en las noches de luna se veía pasar su silueta blanca y profiriendo sus espantosos lamentos que asustaban al ganado; se le llegó a ver hincada al pie de cruces; salía con gran misterio de las cuevas, donde habitaban salvajes fieras emitiendo siempre su lamento.
 ¡Aaaaaay, ay de mis hijos, que será de mis hijos!
 

Esta leyenda de la llorona es muy antigua, sus orígenes se remontan al México Prehispánico, pues había la leyenda de que las mujeres muertas en parto, solían venir a este mundo en una fecha determinada del calendario, convirtiéndose en fantasmas para asustar en los caminos a quien se le pusiera enfrente.
 
Esta tradición se deriva también de las premoniciones que tuvieron los antiguos mexicanos antes de la llegada de los españoles, pues se afirmaba que salía una mujer del lago que angustiada decía: ¡Ay hijos míos, ha llegado ya la hora de vuestra destrucción!
 
Todavía hasta los primeros años del siglo XVII se siguieron escuchando los gritos de la llorona en las calles de la ciudad de México; misteriosamente despareció para siempre y ya no se volvió a escuchar su quejido angustioso por las noches y ya pudieron dormir tranquilos los habitantes de la ciudad de México.



Hoy volvieron a oírse los lamentos de la Llorona.
 ¡Aaaaaay, ay de mis hijos, que será de mis hijos!

Son las madres que ven y sienten la destrucción de sus hij@s
Madres que anhelan la paz, el amor y la justicia.






3 de nov. 2012

El petit Caayolec



Fa molt de temps,
en un racó d'un antic poblat, va néixer un cavallet negre com el carbó i tan petit que semblava un cavallet de joguina. Els ocells que vivien per allí, quan ho varen saber el van anar a conèixer, i li van cantar.

- El meu petit es dirà Caayolec- va dir la seva mare.
La infància de Caayolec va ser molt feliç. Es passava el temps trotant amb els seves companyes i companys i cantant dia i nit  una cançó molt antiga que li havia ensenyat el seu pare:

"  pashquen pagiñe pague, pagua ayem machegeñe"
        (" amunt, avall, afora, a dins estic content ")  deia la cançó.

I content anava a beure al riu, mirava sortir el sol, galopava al seu gust per el prat...

Van passar tres anys. Tots els altres poltres havien crescut i eren ja cavalls grans, però Caayolec no. Ell seguia sent petit, de la mateixa mida, però sabia seguir molt bé la marxa, sabia parar-se a dos potes i havia après a saludar.

Un dia, Caayolec es va apropar on hi havia uns homes parlant i va sentir que deien tot senyalant-lo.
- Aquest petit cavall no pot dur càrrega, ni tirar dels carretons, ni portar cap genet. No serveix per a res!

Caayolec es va posar molt trist i se'n va anar a plorar al bosc.
Allí el va trobar la seva mare que li va preguntar: - Perquè plores Caayolec?
Ell li va explicar el què havia escoltat i la seva mare li va dir dolçament: - Si ets diferent als demés cavalls no vol dir que valguis menys. A demés, dur càrrega no és l'únic que es pot fer en la vida.

Secant-se les llàgrimes amb la cua, Caayolec va dir desconsolat: - Però és que se'n riuen de mi. I no m'agrada!

- Doncs ves-te'n a buscar el teu lloc en un altre indret. El món és molt gran per qui confia en les seves possibilitats. Tu ets petit, valent  i saps fer moltes coses.

Caayolec va marxar. I va passar un any, i en van passar dos, i tres. Ja ningú se'n recordava del petit Caayolec. Només la seva mare el recordava, quan un dia va arribar al poblat... 
Un circ! i tothom va anar a veure'l...

-Estimat públic! tenim el plaer de presentar-vos...  al Gran Caayolec!! 

Allí estava entre aplaudiments el petit-gran Caayolec , negre com el carbó, més feliç que mai, saludant damunt les dues potes i ballant tot cantant la seva cançó:  
  
"  pashquen pagiñe pague, pagua ayem machegeñe" 
      
i diuen que quan es canta aquesta cançó, tot allò que és  petit és fa gran, gran com en Caayolec...







22 de set. 2012

Marietta















Contes fantàstics, contes literaris, de tradició oral, contes meravellosos, viure els de Grimm, crear els nostres propis contes, contes amb cançons màgiques, de fades, de pirates, contes de mar, de terra, contes d'arreu del món, de mites i llegendes...




 Marietta canta i conta a les biblioteques, a les escoles, a les llars d'infants, a les places, a festes, i a qualsevol lloc on hi hagi unes orelles disposades a escoltar i uns cors amb ganes de sentir i de compartir.


de dins una maleta...

 



Un espectacle familiar, on petits i grans despertarem les cançons i els contes de dins una maleta...




LA PRINCESA QUE VOLIA SER PIRATA

La Companyia Antaviana us presenta:

Una princesa que no vol ser princesa...
un pirata que no vol ser pirata...
buscaran, amb la vostra ajuda,
dins del Cofre dels Contes!










































a la places...






...a les biblioteques, a les escoles, a llars d'infants, a les places, als bars...
qualsevol lloc és bo per a escoltar un conte!